14 de septiembre de 2010

filosofía mundana (el fin de semana con Pol)

Querido martes,
Este fin de semana me he vuelto a quedar con Pol. La verdad es que me sirve de escape y es que últimamente necesito más que nunca olvidarme un poco de las obligaciones de ser mayor y volver a correr y a columpiarme y a saltar. Supongo que son épocas de la vida, son ciclos y ahora no estoy en mi mejor momento.

El caso es que me lo trajeron el sábado por la mañana pero yo tenía trabajo así que, mientras acababa de perfilar un proyecto, le saqué el baúl de juguetes, se sentó en la alfombra y empezó a jugar. Cuando se cansó vino y me dijo "¿porque no está Al?" y intenté, tan buenamente como pude, explicarle que Al y yo nos estábamos dando un tiempo para reflexionar sobre nuestra tormentosa relación ya que yo, como una estúpida, tenía miedo de que entrara demasiado en mi vida pero que no me olvidaba de él y que le quería tanto que cada día le echaba más de menos. Se había sentado encima mío, bajó y se volvió a su baúl. Yo me quedé llorando a moco tendido encima del ordenador y pensando que ojalá pudiese hacer como Pol, girarme y dejar los problemas en la habitación e irme a jugar.

Cuando terminé de trabajar me puse a jugar con él. Tenía demasiados juguetes y se me ocurrió comentarle la idea de hacer un paquete con juguetes que no quisiera y así llevarlos a la guardería de la cárcel de las afueras. Me dijo que no, que los juguetes eran suyos. Intenté convencerlo y después de un berrinche que casi lo tiro por la ventana, conseguí meter en una caja de cartón los juguetes que no quería y que Laura no iba a heredar. Arriba escribimos "de parte de Pol para todos", la metimos en el coche y fuimos allí. No es un sitio agradable y a Pol le daba miedo. A mi también. Entramos y un hombre poco amable nos dijo que allí no aceptaban nada así que pusimos rumbo hacia las barriadas del extraradio donde busqué el casal que dirigía una antigua compañera de escuela. Lo encontré. En esos momentos estaba trabajando con los más pequeños ya que con tan solo 3 años muchos niños ya sufren problemas de integración en esta sociedad estratificada. Allí sí que nos recibieron con los brazos abiertos. Bueno, todos menos el niño que me pateó y casi muerde a Pol. Salimos y me sentí una mujer nueva.
Para compensarle la buena obra del día, después de comer en casa, me lo llevé a un parque que hay cerca de casa donde merendamos bocadillos de Nocilla y zumo de naranja. Que bien sienta un día en el parque.

Por la noche cenamos, vimos a Pocoyó y lo puse a dormir. El domingo a las 7:05 ya estaba saltando encima de mi cama. ¿Quien se despierta a las 7 de la mañana de un domingo? Él y, de rebote, yo. Desayunamos y a las 8:30 ya lo tenía vestido y sentado en el sofá. A esas horas no pensaba ni que hubiesen calles puestas,así que esperamos hasta las 9:30 cuando ya lo tenía casi trepando por las paredes. Llamé a mi abuela. Seguro que le hacía ilusión ver a su bisnieto y ella siempre se levantaba temprano. "Si,si, venid y de paso me pones un par de bombillas "fotogénicas" que he comprado nuevas". Fuimos y las bombillas eras halógenas y cuando le comenté a mi abuela su respuesta fue "halogenadas? esta bien, tu súbete y ponlas, con que hagan luz ya tengo bastante". Más tarde fuimos los tres a dar una vuelta y luego a comer a casa de Lua donde ya dejé al pequeño monstruo.

Regresé a casa y estaba para trapos. ¡Qué duro es vivir con una criatura dos días!
Llamé a Al.

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