29 de junio de 2010

filosofía mundana (San Juan)

Querido martes,

Hace una semana y un día fue San Juan. ¿Porque he tardado tanto en escribir? Pues porque ha empezado el verano, la gente se ha largado de vacaciones y los que quedamos doblamos las horas corriendo hacia atrás para que las horas cundan más. No funciona. Los jodidos somos siempre los mismos con más o menos tiempo pero siempre los mismos.

El caso es que iba a hablar de San Juan. Éste no pintaba muy distante a los de años pasados. Cena con San y Kiara, playa, conciertos, más playa, arena con sal, alcohol, fuegos artificiales, música, hogueras, gritos, bailes, pies descalzos, ropa húmeda.

Al me había contado que se iba con sus amigos pero no sabía ni dónde ni con quien. Tampoco me importaba más allá de curiosear en su vida. él no me había pedido nada y yo tampoco le podía pedir más.
Pasamos una agradable noche encontrándonos con viejos conocidos, riendo con nuevos amigos, abrazando a desconocidos hasta las 6 de la mañana que la gente empezó a retirarse. Nos quedamos charlando con un par de conocidos de Kiara y entonces le vi. Vi su pelo, su barba, sus brazos, sus ojos. Vi el motivo de mis delitos. Vi la pena máxima que puede sufrir un corazón. Vi al hombre de mi vida. Vi a Al.
Se acercó con posado entre borracho, cansado y contento y me preguntó "¿Que haces aquí?" a lo que le repliqué "¿y tú?" pero ninguno de los dos pudimos disimular la satisfacción de encontrarnos en esa playa después de algunos días malos entre nosotros (cosas de parejas. Cosas de idiotas).

Hablamos un buen rato, nos despedimos al ritmo que el sol cogía fuerzas para iluminar un nuevo día y nos fuimos cada uno por su camino, con su gente, con su vida sabiendo que nos reencontraríamos el 24 por la noche pidiéndonos disculpas.

18 de junio de 2010

filosofía mundana (madrugada)

Querido jueves/viernes,
Son las 2:30 de la madrugada y mañana entro a trabajar a las 9. Hoy voy a hacer una de esas cosas que se hacen una vez al año, como mucho. Voy a recordar mis tiempos de juventud. Hoy voy a quedarme despierta para ver la final de la NBA. Esto no lo hacía desde que tenía 15 o 16 años que me levantaba para ver el mundial de baloncesto a las 4 de la mañana y dudo que lo vuelva a hacer algún día, que la edad no perdona.

A estas horas ya está todo el país durmiendo. Debemos de ser pocos los que aun le damos vueltas a la vida y me parece curioso. Me da la sensación de que a estas horas hay como una intimidad y complicidad con todos los despiertos. Es como si tuviésemos que ser los guardianes de la noche, como si nos pudiésemos susurrar "ahora que no hay nadie, el mundo es nuestro". Me hace sentir un poco mejor, o quizás tan solo diferente. También es verdad que por el este ya están madrugando en una nueva mañana y que por el oeste aun tienen que acostarse y entonces me vuelvo a sentir poca cosa delante de una pantalla mientras escucho anuncios de cómo adelgazar, cremas milagrosas que quitan el acné, aparatos de gimnasia, inscripciones al "universal technical institute", máquinas que hacen agujeros en el suelo para que plantes flores (¡no lo había visto nunca!) y un sin fin de anuncios chorras dignos de estudios sociológicos y psicológicos.

Bueno,voy a seguir con lo mío. De mientras voy avanzando faena para mañana que veo muy posible que me quede dormida.

Buenas noches y que gane el mejor (y que yo no me duerma)

14 de junio de 2010

filosofía mundana (accidente)

Querido lunes,

Llueve y, como ya es costumbre en mi, no he cogido el paraguas porque esta mañana mi balcón anunciaba con letras doradas por un sol incansable, "hoy será un gran día" y ha hecho bueno, justo las ocho horas que he estado en la oficina. Ni una más ni una menos. Ha sido poner los pies en la calle a las 5 de la tarde y el diluvio padre me ha mojado hasta los bronquios.
He entrado al metro corriendo y delante mío una mujer mayor ha resbalado en el primer escalón. Mis impulsos de superheroína nocturna han activado mis piernas y mis brazos y, como si fuera Tarzan cogido en una liana, me he cogido de la barandilla con una mano y con la otra he agarrado a duras penas el brazo de la señora impidiendo su desventura escaleras abajo. Durante unos segundos parecíamos dos chorizos colgados de una barandilla resbaladiza. La señora ha vuelto a poner los pies en el suelo, se ha sentado en el tercer escalón y yo he podido soltarme con un tirón en el brazo que aún me dura. He bajado hasta la señora y le he preguntado si estaba bien "ay hija,sí,sí¡gracias a Diós!" y yo he pensado "No señora, gracias a mí y a mi brazo que recuerda a los muñecos esos que se estampan contra las paredes y no se rompen" pero no le he dicho nada. Un buen hombre le ha recogido el bastón y la ha ayudado a bajar las escaleras mientras yo he vaporizado los escalones saltando porque me estaba mojando.

Cuando he encontrado sitio para sentarme en el metro me ha venido a la cabeza un frío cinco de noviembre del año pasado. Cogí el coche para ir a cenar fuera de la ciudad con unas viejas amigas de la universidad. Había llovido pero poco. Me metí por una variante sin correr demasiado porque había salido con tiempo. Entonces fue todo muy rápido. Un perro. Frenazo. Golpe de volante. Pérdida del control del coche y, como si se hubiese parado el tiempo en ese instante, me repetí "¡Te estás pegando una hostia del copón, agárrate al volante, protege cervicales, cierra los ojos y aguanta!". Cerré los ojos viendo una cosa blanca delante mío. Segundos más tarde (a mi me parecieron minutos) abrí los ojos. Lo blanco no era la luz del final del túnel, había sido el Airbag. Y grité "ayuda". Grité sin voz, no podía gritar con más aire del que el cinturón me permetía coger. Piqué al cristal pero no se rompió y, como quien está de cháchara en un bar, pensé "joder, suerte que mamá compro un coche bueno pero no hacía falta tanto". Oí un "¡mecagoenlaputa!¡ostia, ostia, ostia que se han matao! ¡alguien se ha matao fijo!" y yo "oye, perdona, que estoy aquí". Entonces vi piernas que se acercaban corriendo y una chica se asomaba por la puerta del copiloto (dile puerta, dile hierrajos) y gritó "¡hay una chica! y está viva, llamad a la ambulancia" y entonces me volvió aquello que siempre he tenido escondido que es ser una heroína de la noche y empecé mi recital de nervios de acero. "Hola, mira, estoy bien, respiro que ya es mucho. Estoy con el coche bocabajo ¿verdad?. Pues bien, vamos ha hacer una cosa, tú no te pongas nerviosa y lo conseguiremos. Voy a intentar desabrocharme el cinturón. No tengo los brazos rotos así que intentaré aguantarme pero no sé como tengo las piernas, no me las veo, me he tocado la derecha y tengo sensibilidad pero puede ser que las tenga cogidas con el volante y no pueda hacer fuerza con ellas; para asegurarnos que no me como el volante pon tus brazos aquí, sí, muy bien, aquí debajo mío". La chica estaba hecha un flan. Me desabroché el cinturón y los brazos me aguantaron pero caí. La chica me miró las piernas y casi se pone a llorar. Yo moví el pie izquierdo, hice fuerza y salí por la "ventana" del copiloto. Una vez fuera me puse de pie, me sacudí los pantalones que tenían unos cuantos cristales pegados y miré a mi alrededor. Un camión se atravesó para impedir el paso a todos los coches que a esa hora se disponían a volver a casa. Habían entre 5 o 10 personas mirándome como si acabara de llegar un extraterrestre. Y entonces dije la frase de la noche "joder, que caída más tonta. ¿y el perro?" "está vivo, yo lo he visto" gritó una señora gorda sentada en el asfalto al borde de un ataque de nervios. "Mira, ya he hecho la buena obra del día" respondí sonriendo y relajando el ambiente. Un chaval (la pareja de la chica que se medio metió en el coche) me dejó su móbil para llamar a mamá. Yo muchas veces había pensado cómo le diría a mi madre que estaba yendo al hospital, que estaba en comisaría o alguna cosa de esas pero eso, te sale en el momento y es como de verdad eres. "Mama, escúchame. Yo estoy bien, de verdad que estoy bien pero he tenido un pequeño problema con el coche" "¿cómo de pequeño?" "como que está bocabajo". La conversación la terminé diciéndole que fuera al hospital más cercano que acababan de llegar los bomberos. Un coche de bomberos, dos de policía y una ambulancia. Los bomberos me dijeron que no me girara para ver el coche y que si era yo la que conducía. No se lo creyeron. Cuando llegó la ambulancia me sentaron dentro, me miraron como si se tratara de una especie en extinción, me tomaron la presión y el pulso era normal tirando a bajo (para mi, 80, era que estaba muy acelerada porque mi corazón no va a más de 60 latidos por minuto. Entonces la infermera me dijo "Gracias a Diós que estás bien! Es un milagro, has vuelto a nacer. ¡Gracias Señor! si supieras la de veces que se sobrevive a un accidente como el tuyo...uno de cada diez. Los milagros existen y tú eres uno" y yo pensé "No, gracias a Diós no. Gracias a mi protección de cervicales y a la gran inversión de mi madre en un cochazo" pero no dije nada.


Entonces he llegado a mi parada, me he metido para casa y hasta ahora he estado pensando en que la vida, no es nada. Es menos.