2 de febrero de 2012

filosofía mundana (menos de 5 días)

A menos de una semana de irme a vivir fuera sigo sin tener ni la mitad de la maleta hecha.
Tengo tantas cosas a llevarme que no sé por dónde empezar. Ropa, mil pares de zapatos, doscientas bufandas, la polaroid y miles de cosas que me recuerden a los de aquí.

Hace un par de semanas que Al se ha dado cuenta de verdad que no voy a estar en esos paseos de tardes de domingo, que no estaré para decirle que no se compre esos zapatos tan feos, que nadie le va a decir lo bien que le queda la barba ni se va a reír de su cara de concentración al leer el periódico y eso nos ha llevado a vivir pegados las últimas semanas como si no hubiese mañana. Se me vacía el corazón solo de pensar que no me va a mirar de reojo mientras conduzca hacia casa.
Hemos estado separados mucho tiempo por culpa de viajes, proyectos y demás pero nunca habíamos estado en este punto de la relación, así que tampoco sé como nos va a sentar ésto.

Mi madre lo está asumiendo, poco a poco, sin entrometerse en nada y dejándome mi espacio para que saboree cada minuto que podemos estar juntas. Y se lo agradezco desde lo más sincero.

Parece que me vaya a la guerra pero la verdad es que no hacía un paso tan importante en mi vida desde que decidí independizarme.

Me voy el martes y antes tengo que despedirme de todas esas personas que, en un momento o otro, han hecho que las sume en la lista de "cosas, gente y sitios que echaré de menos".

La lista:
- La familia
- Al, Agatha y Adam, Jan, Carlos, las vecinas
- los tuppers de mi madre
- el olor de la colonia de "salir de fiesta" de Al
- mis peces (se los queda mamá)
- el reflejo del sol en la galeria donde me siento a leer los viernes por la tarde
- las libretas de ideas que no me llevo (no todas)
- el olor del jardín de mamá
- la taza de café humeante de la abuela después de comer
- y mucho, muchísimo más.