23 de octubre de 2010

filosofía mundana (4 calles más allá)

Querido sábado,

Esta tarde he hecho el corazón fuerte y he decidido ir a ver a Yago. En la nevera tengo impreso el mail que me envió la empresa a la cual iré a trabajar a finales del año que viene con todos los requisitos que ya mencioné. Como uno de ellos era tener conocimientos de defensa personal y Yago era profesor de karate he pensado que sería una buena manera de volver a hablar con él, sin reproches, retomando la vieja costumbre de las charlas con cafés en su casa.

Así que al llegar a casa me he cambiado, me he puesto cómodamente informal y he ido a su piso vestida con una sonrisa nerviosa. No me abría el portal así que he llamado a su vecina y me ha abierto. He subido hasta su piso y he llamado al timbre. No ha salido nadie. Lo he intentado 4 veces. A la quinta ha salido la vecina. "No está" me ha dicho seguramente cabreada por el ringring impasible del timbre. "¿Está trabajando?" le he preguntado, a lo que ella me ha contestado "no, simplemente ya no vive aquí". Anonadada me he quedado. Se ha largado y ni siquiera me ha dicho adiós. Frustrada y aún sin reaccionar le he preguntado si sabía dónde se había largado. "No, desapareció de un día para el otro, solo sé que las últimas semanas rondaba mucho por aquí un crío".

Me he vuelto a casa y le he llamado, sin pensármelo dos veces por si acaso me arrepentía. Por suerte me ha cogido el teléfono y hemos estado hablando de banalidades, como si no fuese importante volver a escucharnos la voz después de tantos meses. Le he comentado mi idea y mi infructuosa visita a su casa, su respuesta ha sido "Sí, he conseguido la custodia de Yago y nos hemos mudado a otro piso con más habitaciones, no es cuestión de dormir los dos en la misma cama jajaja, nada, estamos 4 calles más allá de la parada de metro". Me he alegrado por él porque ahora puede tener al pequeño cerca. Me ha invitado a cenar a su casa esta noche, los tres.

He aceptado.

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