7 de octubre de 2009

filosofia mundana (el libro)

Querido miércoles,

Ayer mi abuela, repartiendo las cartas de la primera partida de la tarde, me preguntó que qué querría para mi cumpleaños y yo, como siempre, le respondí que nada más allá de que viniera el viernes a casa para celebrarlo. Ella, como cada año desde que impuse la ley de no pedir nada, me dice que eso no es suficiente y que hará lo que le dé la gana. Vamos, como ha hecho toda la vida. Pero ayer le repliqué. Ayer dejé las cartas casi como si fuera un truco de magia y me levanté a buscar el bolso.

-Abuela, ya sé qué es lo que quiero.
-Dime hija, ¡a ver si es verdad que no tengo que pensar más!

Entonces saqué el trozo de papel. Ese trozo donde mi abuelo había escrito, quizás, sus últimas letras, sus últimas frases y hasta su último suspiro. Saqué (como quien contempla un diamante en bruto con el corazón encogido) el papel y se lo acerqué.
Cogió las gafas de cerca y se lo leyó. Todo. Muchas veces. Como quien a partir de ese momento ya no tuviera nada mejor a hacer en su vida que leer eso hasta la saciedad.

-Esto…esto es de tu abuelo.
- Lo sé pero, no entiendo nada abuela. No entiendo lo escrito, no entiendo lo que quiere decir con las trescientas páginas escritas a mano. ¿Tanto escribía el abuelo?
- Y mucho más hija, y mucho más... Madre mía, no sé ni qué contarte. Mira que les dije a tu madre y a tu tía que no era para esconderlo, pero ellas erre que erre…que si a vosotras no os tiene que influir, que si la fama, que si la intimidad…
-Pero, pero, pero ¿de qué estamos hablando?.
Me senté a su lado esperando que me contara casi el mayor secreto de mi familia, algo que mi madre sabía y nunca me había contado. Eso que me hiciera olvidar por un rato que ya no me quedaban dedos en el cuerpo para contar mis años y que mis jóvenes manos se cogieran fuertes a la artrosis que se apoderaba de esa mujer que me hacía arroz para comer cada semana. Algo que quizás supiera mucha gente. Y así fue.
- Claro, no sé hasta que punto esto es importante…Tu abuelo hubiese querido explicártelo él pero en paz descansa y me toca a mi. Tu abuelo es escritor. Bueno, era. Tu abuelo era escritor.
- ¿Qué tipo de escritor? ¿De libros? ¿tiene libros publicados? Pero yo no he oído hablar nunca de él, no era tan famoso.
- Tu abuelo era el mejor escritor que he conocido nunca. La verdad es que nunca he conocido a ninguno a parte de él, pero es que escribía como tocado por una mano divina. Tu abuelo le susurraba al papel, lo acariciaba con la pluma y nacían frases fantásticas.
-A ver que me sitúe. ¿Y libros?
- Muchos, muchísimos y seguro que has leído alguno.
Se levantó como si se hubiese quitado 20 años de encima y con alguna idea con olor a naftalina que hubiese salido después de muchos años. Se fue al armario pequeño de la esquina del comedor de dónde sacó un par de libros.
-Éste me parece que va dedicado a ti. “Para ti que me estás leyendo sin saber que estas palabras fueron escritas pensando en ti, pequeño ángel céntrico”. Si, ves, pequeño ángel del centro, eres la mediana de las tres, éste era para ti.

No sé cómo lo podía estar diciendo así mientras a mi se me borraban las letras con el agua de mis lágrimas que apenas me dejaban intuir el título del libro.
-¿Es él? ¿De verdad que era él?
-Lo era hija, lo era. Este no es su nombre real, claro pero pensó en todo y protegió su vida privada y sus apellidos tanto como pudo. Y ahora viene lo mejor. Coge el otro libro. Cógelo y empieza a leer.

Y lo hice. Nunca había leído ese libro. Me había leído un par o tres de él, esos que todo el mundo considera Best Sellers y claro, te los acabas mirando pero ése en concreto no. Al leer la contra supe enseguida de qué iba.

- Lúa…es nuestra Lúa. ¡Es la vuelta al mundo que hizo Lúa!

Lúa es mi hermana mayor y ese libro era su vida. Entonces me entró la duda de ¿y yo? pero no me dio tiempo de preguntarlo.

- Sé lo que estás pensando. Tú también tienes tu libro. No está acabado. El abuelo me lo dejó y dejó la nota que encontraste dentro. Un día, limpiando los cajones perdí la nota pero el libro me lo guardé.

Entonces abrió la mano y lo vi. Vi MI libro, vi lo que el abuelo había escrito pensando en mi. Estaba en éxtasis, confusa por todo. Tenía los ojos encharcados y la nariz a punto de gotear pero aun así el corazón me impulsó a coger el pendrive.

-Léetelo un día de estos si quieres y bueno, a ver si es verdad que como decía el abuelo llevas el talento en la sangre y lo publicas.

Me sonrió y, como quien acaba de contar un chiste un poco malo, siguió repartiendo las cartas. Lógicamente perdí todas las partidas. Cuando llegué a casa me fui directa al ordenador pero aun ahora soy incapaz de abrir el documento. No todos los días tienes el borrador de un escritor de tanto nombre (falso pero nombre). No todos los días estás a punto de descubrir tu vida vista por uno de los escritores más famosos del mundo, por uno de los poetas del siglo XX más internacionales, por tu abuelo.

No hay comentarios: