26 de agosto de 2010

filosofía mundana (señor Belmonte)

Querido jueves,

El agosto tiene un "nosequé" que no me convence. Es un mes de aquellos que pasan sin pena ni gloria por mi vida. Trabajo, me ahogo de calor y maldigo no haber aceptado el puesto que me propusieron hace un par de años en Luleå (Suecia).

Ayer, para aguantar semejante calor, decidí darme un capricho y me compré unos auriculares, los Panasonic RP-HTX7. Segun mi madre parezco una hormiga atómica y no le sirve que le diga que tienen una sensibilidad de 99dB/mW. El caso es que iba yo tan feliz con mis nuevos cascos por la calle y me encontré al señor Belmonte, el padre de Kiara. El señor Belmonte es un hombre hecho a la antigua, sigue con sus creencias y sus doctrinas un poco caducadas. Aun así no deja de ser un hombre majo. Nos pusimos a hablar un rato, nada, cinco minutos, pero suficientes para que cuando nos despedimos me dijera "Que suerte tienes de haber conocido a Kiara ¿Eh? ¿Sino que hubiese sido de tu vida? Recuerdo que cuando os conocisteis eras bastante rarita...suerte que te has vuelto a los normales y no eres una imbécil de esas modernillas que llevan los pantalones rotos y piensan que los Beatles vuelven a estar de moda. ¡Que gente! Suerte que mi niña no es así". Le sonreí y se fue. Me miré los pantalones. Tenía toda la rodilla izquierda al descubierto, los bolsillos traseros descosidos y dos arañazos en la parte trasera de la pierna derecha. Por mis cascos nuevos empezó a sonar Let it Be. Era una imbécil de esas.

Me puse a reir al pensar cuando conocí a Kiara. A penas teníamos 12 años y su padre ya me catalogó como rara. Yo llevaba los pantalones rotos y por esa época no estaban de moda. Escuchaba a los Beatles y mis compañeros ni siquiera sabían donde estaba Liverpool. Entré a clase a principios de setiembre y me senté sola. Kiara se acercó, me miró desde las alturas y solo me dijo hola mientras se sentaba. Iba con un jersey azul celeste, unos tejanos claros, unas bambas Puma blancas y azules. Sacó su estuche azul que hacía juego con el jersey y sus pendientes. Sacó la agenda. Azul. El bolígrafo. Azul. La libreta. Verde. Abrió la primera página y escribió "MATEMÁTICAS 2ºESO" lo resiguió con un boli rosa, uno verde y uno lila y empezó a coger apuntes sin dirigirme la palabra. Yo apenas había mirado al profesor. No me había comprado la agenda. Saqué una libreta vieja, el boli Bic y en la primera página escribí "MATES" y cerré la libreta.
Día tras día era la misma rutina. Ella sacaba todo su arsenal conjuntado y escribía como una loca todo. Yo sacaba mi Bic, mi libreta y apuntaba las soluciones que copiaba de su libreta. Llegaron los primeros exámenes y a esas alturas ya nos hablábamos. Ella estudiaba día y noche y su promedio de 7 era del todo respetable. Yo no estudiaba. No estudié hasta segundo de carrera. Mi media de 9 hizo que me metieran en asignaturas de "ampliación de matemáticas", "concursos matemáticos" "retos científicos", "ampliación de idiomas", "concursos literarios". Sentí que a Kiara le molestaba que yo sin estudiar estuviese en esos grupos y ella, que daba la vida, no. Me lo reprochó durante medio curso. Entonces hice el que creía que sería mi primer favor para ella, presioné a los profesores para que la metieran el año siguiente en ampliación de matemáticas conmigo.
El día que entró en esa clase parecía la reina del baile y me sentí orgullosa de tenerla a mi lado en una asignatura un poco elitista. Suspendió los exámenes. Todos menos el que le dejé copiar. Nunca más volvió a comentar nada sobre eso.

Mi historia con Kiara es mucho más larga. Somos el día y la noche pero seguimos juntas. Siempre digo lo mismo "no nos aguantamos por compatibilidad sino por experiencia".

Estoy melancólica. La hecho de menos, de vez en cuando.


Por cierto, después de cruzarme con el señor Belmonte y girando la esquina, una moto suicida que por razones del todo inverosímiles iba por la acera me pasó por encima del pie izquierdo. Esguince.

7 de agosto de 2010

filosofía mundana (el paso zebra)

Querido sábado,

Aglun momento o otro tenía que pasar. Era de esperar. Lo raro era que aun no hubiese pasado. Se veía venir, de lejos. Todas mis neuronas habían calculado las infinitas situaciones pero, como siempre, un error de cálculo al plantear la ecuación inicial hace que el procedimiento sea diferente. No erróneo. Diferente.

Ayer sobre las 8 de la noche volvía de comprar cuatro cosas del super de dos calles más arriba porque cuando volví de trabajar me di cuenta de que la nevera empezaba a criar unos hijos bastardos bastante feos y asquerosos, así que tiré lo que me quedaba (cuatro lonchas de york, una manzana con forma de pasa y un tetrabrik de leche vacío) e hice la compra de la semana. Al cruzar por el paso de zebra que entra a mi calle me encontré con él. Yo pasé corriendo mientras el hombrecito de verde parpadeaba insaciablemente y me miraba con cara de desafío. Yo iba mirando las bolsas de la mano derecha porque empezaban a rozarme gravemente y entonces me tropecé con él. Dile destino, dile casualidad, dile torpeza. No se me cayeron las bolsas ni hicimos una escena de cine holliwoodiense enmedio de la acera. Fue todo más de cine independiente. Chocamos, por acto reflejo pedí perdón, le miré, me miró, sonrió, puse cara de asco, me cogió las bolsas con un "deja, que te ayudo", me acompañó hasta el portal preguntándome cómo me iba la vida, respondí un simple "bien", saqué las llaves, él me desafió con un "no vas a subirlas tú sola" a lo que yo respondí con un "tengo ascensor", él insisitió "¿nos tomamos un café o algo y hablamos?" a lo que yo respondí:

Algun día, Yago, algun día.