11 de febrero de 2010

filosofia mundana (4 de 5)

Querido jueves,

Estoy de luto pasajero.
El domingo volví a irme de viaje. Es lo que tiene estar en el departamento de relaciones exteriores. Esta vez viajé al corazón de la antigua Inglaterra con un par de proyectos bastante inhumanos bajo el brazo y volví ayer con un toque de atención.

El caso es que decidí que por cuatro días no era necesario llevarle la pecera a mamá y pensé en pedirle a Al que se pasara un par de días a darles de comer y listos.

Ayer volví con mi mala leche, la maleta echando humo, 26 horas sin dormir y la camisa manchada de un café exprés. Abrí la puerta, encendí las luces, tiré los proyectos a mi cama, entré la maleta hasta la lavadora y me senté al sofá. Cerré los ojos y por casualidad me dio por mirar a la pecera. Se me paró el corazón. Me acerqué muy lentamente a la otra punta del sofá que toca con la mesita y lo vi bien. Mileva estaba flotando como un trozo de corcho que baja por el río. Me alarmé. Nunca me había encontrado un pez muerto. Al principio pensé que era Hawking al ser el más débil pero lo vi nadar de lado por la pecera. Saqué a Mileva con un colador y no la tiré por el váter, me pareció un gran desprecio hacia alguien que había compartido tantos meses conmigo, así que la enterré en los lirios del balcón. De seguida llamé a Al y la respuesta a mi desesperación fue "¡Mierda, los peces!".

¿Cómo quiero dejar mi vida en las manos de alguien que ni siquiera es capaz de cuidar a 5 peces? ¿Como quiere que no dude?


Y en verdad, ¿Como quiero que él no dude de mí si no hago otra cosa que darle motivos?