14 de junio de 2010

filosofía mundana (accidente)

Querido lunes,

Llueve y, como ya es costumbre en mi, no he cogido el paraguas porque esta mañana mi balcón anunciaba con letras doradas por un sol incansable, "hoy será un gran día" y ha hecho bueno, justo las ocho horas que he estado en la oficina. Ni una más ni una menos. Ha sido poner los pies en la calle a las 5 de la tarde y el diluvio padre me ha mojado hasta los bronquios.
He entrado al metro corriendo y delante mío una mujer mayor ha resbalado en el primer escalón. Mis impulsos de superheroína nocturna han activado mis piernas y mis brazos y, como si fuera Tarzan cogido en una liana, me he cogido de la barandilla con una mano y con la otra he agarrado a duras penas el brazo de la señora impidiendo su desventura escaleras abajo. Durante unos segundos parecíamos dos chorizos colgados de una barandilla resbaladiza. La señora ha vuelto a poner los pies en el suelo, se ha sentado en el tercer escalón y yo he podido soltarme con un tirón en el brazo que aún me dura. He bajado hasta la señora y le he preguntado si estaba bien "ay hija,sí,sí¡gracias a Diós!" y yo he pensado "No señora, gracias a mí y a mi brazo que recuerda a los muñecos esos que se estampan contra las paredes y no se rompen" pero no le he dicho nada. Un buen hombre le ha recogido el bastón y la ha ayudado a bajar las escaleras mientras yo he vaporizado los escalones saltando porque me estaba mojando.

Cuando he encontrado sitio para sentarme en el metro me ha venido a la cabeza un frío cinco de noviembre del año pasado. Cogí el coche para ir a cenar fuera de la ciudad con unas viejas amigas de la universidad. Había llovido pero poco. Me metí por una variante sin correr demasiado porque había salido con tiempo. Entonces fue todo muy rápido. Un perro. Frenazo. Golpe de volante. Pérdida del control del coche y, como si se hubiese parado el tiempo en ese instante, me repetí "¡Te estás pegando una hostia del copón, agárrate al volante, protege cervicales, cierra los ojos y aguanta!". Cerré los ojos viendo una cosa blanca delante mío. Segundos más tarde (a mi me parecieron minutos) abrí los ojos. Lo blanco no era la luz del final del túnel, había sido el Airbag. Y grité "ayuda". Grité sin voz, no podía gritar con más aire del que el cinturón me permetía coger. Piqué al cristal pero no se rompió y, como quien está de cháchara en un bar, pensé "joder, suerte que mamá compro un coche bueno pero no hacía falta tanto". Oí un "¡mecagoenlaputa!¡ostia, ostia, ostia que se han matao! ¡alguien se ha matao fijo!" y yo "oye, perdona, que estoy aquí". Entonces vi piernas que se acercaban corriendo y una chica se asomaba por la puerta del copiloto (dile puerta, dile hierrajos) y gritó "¡hay una chica! y está viva, llamad a la ambulancia" y entonces me volvió aquello que siempre he tenido escondido que es ser una heroína de la noche y empecé mi recital de nervios de acero. "Hola, mira, estoy bien, respiro que ya es mucho. Estoy con el coche bocabajo ¿verdad?. Pues bien, vamos ha hacer una cosa, tú no te pongas nerviosa y lo conseguiremos. Voy a intentar desabrocharme el cinturón. No tengo los brazos rotos así que intentaré aguantarme pero no sé como tengo las piernas, no me las veo, me he tocado la derecha y tengo sensibilidad pero puede ser que las tenga cogidas con el volante y no pueda hacer fuerza con ellas; para asegurarnos que no me como el volante pon tus brazos aquí, sí, muy bien, aquí debajo mío". La chica estaba hecha un flan. Me desabroché el cinturón y los brazos me aguantaron pero caí. La chica me miró las piernas y casi se pone a llorar. Yo moví el pie izquierdo, hice fuerza y salí por la "ventana" del copiloto. Una vez fuera me puse de pie, me sacudí los pantalones que tenían unos cuantos cristales pegados y miré a mi alrededor. Un camión se atravesó para impedir el paso a todos los coches que a esa hora se disponían a volver a casa. Habían entre 5 o 10 personas mirándome como si acabara de llegar un extraterrestre. Y entonces dije la frase de la noche "joder, que caída más tonta. ¿y el perro?" "está vivo, yo lo he visto" gritó una señora gorda sentada en el asfalto al borde de un ataque de nervios. "Mira, ya he hecho la buena obra del día" respondí sonriendo y relajando el ambiente. Un chaval (la pareja de la chica que se medio metió en el coche) me dejó su móbil para llamar a mamá. Yo muchas veces había pensado cómo le diría a mi madre que estaba yendo al hospital, que estaba en comisaría o alguna cosa de esas pero eso, te sale en el momento y es como de verdad eres. "Mama, escúchame. Yo estoy bien, de verdad que estoy bien pero he tenido un pequeño problema con el coche" "¿cómo de pequeño?" "como que está bocabajo". La conversación la terminé diciéndole que fuera al hospital más cercano que acababan de llegar los bomberos. Un coche de bomberos, dos de policía y una ambulancia. Los bomberos me dijeron que no me girara para ver el coche y que si era yo la que conducía. No se lo creyeron. Cuando llegó la ambulancia me sentaron dentro, me miraron como si se tratara de una especie en extinción, me tomaron la presión y el pulso era normal tirando a bajo (para mi, 80, era que estaba muy acelerada porque mi corazón no va a más de 60 latidos por minuto. Entonces la infermera me dijo "Gracias a Diós que estás bien! Es un milagro, has vuelto a nacer. ¡Gracias Señor! si supieras la de veces que se sobrevive a un accidente como el tuyo...uno de cada diez. Los milagros existen y tú eres uno" y yo pensé "No, gracias a Diós no. Gracias a mi protección de cervicales y a la gran inversión de mi madre en un cochazo" pero no dije nada.


Entonces he llegado a mi parada, me he metido para casa y hasta ahora he estado pensando en que la vida, no es nada. Es menos.

1 comentario:

Bluemey dijo...

cuántas cosas por decir,
cuántas por preguntar.
Todo esto, aunque nolo parezca,
da que pensar.

La vida es menos.
El ahora es más.
Tiempo unico e irrepetible,
que ya no volverá.

Por seguir aquí damos gracias,
sería mejor humildemente decir,
Gracias a todos y todas,
por que todavia en mi ahora seguís.