12 de noviembre de 2009

Querido jueves,

Hoy te escribo desde el silencio de mis ideas y desde el suicidio de mis sentimientos.
Escribo desde la mente en blanco y el corazón en rojo intenso desangrándose. Razono desde el subconsciente que no sabe lo que es la realidad.



Miércoles. 11 y algo de la noche. Suena el timbre del piso. Paro de teclear el correo que estaba escribiendo a los italianos. Acompaño mi cara de sorpresa con un ligero movimiento de cuello mirando a la puerta de la habitación, como si mirando hacia el pasillo pudiese ver quien interrumpe la noche detrás de la puerta. Sigo con lo mío. Al cabo de menos de un minuto vuelve a sonar el timbre. Esta vez, acabo de escribir el mail, lo envío, paro la música y con un aire más de cansancio que de cabreo levanto mis pantalones de pijama de la silla y, arrastrando las manos cubiertas por la sudadera del Avanti College por la pared del pasillo, me digno a abrir la puerta. Ni me acerco a la mirilla, total, a esas horas si es un ladrón lo más valioso que tengo es el ordenador, la tele y el microondas, y si es un asesino, le invito a cenar un poco y luego pues que me mate en la bañera que sino me pone el suelo perdido de sangre y con lo pesada que se ponía siempre mi madre cuando tenía que quitar la sangre de la ropa solo faltaría que tuviese que limpiar el suelo. Bueno, a lo que iba. Abro la puerta sin sonrisa falsas, no tengo porque disimular que me molesta. Y entonces aparece él, con las manos en los bolsillos, ahí plantado sobre la alfombra, inmóvil. Y yo me caigo por dentro y me apoyo en el marco de la puerta. No nos decimos nada. Él sigue quieto mirándome a los ojos como si estuviese tan convencido de sus actos que nada en el mundo lo haría mover ni un milímetro. Y yo delante, mirando lejos, a algún punto del vacío de la escalera y a la vez cerca, repasando el marrón claro de su chaqueta. Me llevo una mano al pelo, puro instinto para no parecer una mendiga y me intento rehacer la cola de caballo que me cuelga hasta el cuello y mientras, intento meter pecho para dentro para que no se me noten los latidos que me retumban hasta en los oídos. Se acerca. Un paso adelante y una mano en mi mejilla. Ni siquiera me sale decirle "hola, pasa y tomamos algo" o "vete a la mierda" mientras chillo para que alguien me oiga. Él parece que no tiene intención de nada más que no sea intimidarme. La otra mano ya me está rozando la cadera y yo aún estoy mirando la escalera mientras aguanto el marco de la puerta como si un simple movimiento hiciese caerse todo el edificio. Me coge la cara con la derecha y me hace mirarle a los ojos.

"Perdóname. Te quiero" y sin darme tiempo a que las palabras me lleguen al cerebro encuentro sus ojos cerrados difuminándose delante de los míos y sus labios rozando los míos. La mano izquierda recorre mi espalda y su boca cada vez se abre más.Pongo mis brazos en su pecho y le empujo mientras intento un "movimiento cobra" fallido. Me ahogo y él parece que entre más me muevo más me abraza. Peleo con medias fuerzas hasta que la evidencia me hace rendir y mientras relajo los brazos los acompaño con la cremallera de su chaqueta.
Toda la rabia, toda la impotencia de los 20 primeros segundos se convierten en pura pasión, en obsesión, en éxtasis, en portazo, en labios húmedos, en manos frías en cuerpos delirantes, en ropa por el pasillo, en calor, en libertad, en silencios rotos por suspiros. Ni una palabra más. Tengo ganas de gritarle al mundo pero estoy muda. Sus latidos son tan fuertes como los míos y juntos marcamos una vieja melodía que con la acústica de la habitación se convierte en obra maestra.


Esta mañana. Las siete en punto. Oasis afina, dentro de mi móvil, sus guitarras para tocar el inoportuno "Stand by me" y despertarme. Me giro, le doy a repetir. Una mano reposa en mi vientre. Una mano que no es la mía. Me giro mientras me hiperventilo y me incorporo asaltada por imágenes más propias de cine X que de recuerdos de la noche anterior.Inspiro profundamente y me vuelvo a acostar después de la disputa intensa que ha tenido mi sensatez con mi corazón. (0-1). No puedo negar que hasta en mis mejores sueños nada pintaba tan perfecto.

Mañana dejaré a Yago.Después de esta idea vuelvo a dejarme a esas manos mañaneras, a los silencios detrás de esa sonrisa y a las sábanas arrugadas de felicidad. Vuelvo al loco juego de Al.

1 comentario:

marina dijo...

Buff me quedat sense paraules, increible es poc per descriure'l...