17 de febrero de 2009

filosofía mundana (Agatha&Adam)

“Tenemos que hablar”. Fatídica frase escrita casi en código morse en un mensaje que recibí al cabo de dos horas cuando aún estaba recogiendo la mesa de la cena y él había salido del examen que lógicamente suspendió por falta de atención.
Hablamos y sentenció que nuestra amistad era mas fuerte que una noche de lujuria (¿una noche de lujuria??? sólo había sido eso para él? ¡Pues que todas las noches lo sean !). Nuestra amistad fue más fuerte (y lo es) pero no tuvimos problemas en sucumbir a más noches de esas que se convirtieron en cierta rutina (¡Bendita rutina!) y creo que nunca más hemos vuelto a hablar del tema por miedo a descubrir que de verdad nos hemos acostumbrado a tenernos tan cerca.
Hemos estado con más gente. Quiero decir que él ha tenido alguna que otra pareja estable igual que yo y durante ese tiempo nos hemos visto escasamente pero todas las aguas vuelven a su cauce cuando los ríos ya están marcados de tanto que el agua sesga los bordes.

Ahora no sé pensar en mí sin pensar un poco en él. Paso por delante de los escaparates de las casas de muebles y me imagino nuestra casa, se me esbozan las habitaciones, como las de Adam y Ágatha.
Curioso lo suyo también. Viven juntos desde que empezaron a estudiar en la universidad y aun siguen compartiendo piso. Son amigos tan y tan amigos que Ágatha no se atreve a meterse en la cama con él. Todo el mundo piensa que son pareja. Todo el mundo da por sentado que se aman con la locura que se aman los amantes y no es así. Se aman pero por encima de muchas cosas. Se aman por encima de las opiniones y los comentarios obscenos, se aman por encima de muchos y por debajo de pocos pero no se aman igual. Adam la ama como amaría a su hermana si la tuviera. Ágatha le ama como amaría a su príncipe azul de los cuentos que aun conserva.

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